Las emociones juegan un papel relevante en nuestras distintas formas de adaptación al medio. Sin embargo, en la sociedad occidental se ha encontrado como apta la distinción entre emociones positivas, y negativas. Incluso, se llegó a sugerir que las emociones tuvieron una función definida e importante en el pasado pero que, en la actualidad, ya han dejado de cumplir esa función.
Sin embargo, algunos autores predican en contra de esa idea. Por ejemplo: Keltner y Gross ya defendían a finales del siglo XX, que las emociones tienen funciones en la actualidad porque las tuvieron en el pasado; y ese hecho ha permitido la consolidación de las mismas en el bagaje genético de las especies. Una prueba clara que sostiene esta idea, es el hecho de que si se mantienen actualmente en el repertorio conductual humano, es por la propia selección natural que ha mantenido y perfeccionado las emociones en nuestra especie.
Además, otro factor importante a tener en cuenta, es que las influencias sociales y culturales que recibe cualquier persona a lo largo de su proceso de desarrollo, van moldeando su patrón conductual básico, haciendo que se interiorice aquello que es socialmente aceptable, aquello que no es justo, o aquello que no parece moralmente aceptable por el entorno.
ÍNDICE
AGRUPACIÓN DE LAS FUNCIONES DE LAS EMOCIONES: LAS DIMENSIONES INTRAPERSONAL E INTERPERSONAL
En 1999, Levenson propuso una agrupación de las funciones de las emociones según si el proceso emocional se daba en un contexto intrapersonal o interpersonal.
En este primer artículo, haremos referencias a lo que respecta a la dimensión intrapersonal. En esta línea, algunas de las funciones más importantes de las emociones, serían las que siguen:
1) El escape o pérdida de la homeostasis.
Para funcionar correctamente, los sistemas de activación del cuerpo y de la mente, han de encontrarse dentro de unos límites de confianza. En ocasiones, nos activamos más de lo normal (nos “sobreactivamos”) y por el contrario, no llegamos a activarnos tanto como requiere la situación (nos “hipoactivamos”). Este tipo de fluctuaciones recurrentes, conforman lo que se entiende por homeostasis. En otras palabras: el equilibrio dinámico que necesitamos para sentirnos bien, y adaptarnos a los cambios del medio en el que vivimos.
Las emociones, movilizan con rapidez los recursos internos para incrementar la probabilidad de ofrecer la respuesta más apropiada en una situación de amenaza o desafío (esto mismo, es lo que en inteligencia emocional se denomina “facilitación” o “uso emocional”).
2) La recuperación de la homeostasis.
Es la vuelta al equilibrio tras la pérdida de control del arousal emocional. Este equilibrio, se recuperaría cuando la función de una emoción contrarrestase a la otra. La correcta combinación de estas dos primeras funciones, permitiría la existencia de una simetría emocional. En otras palabras: si bien las emociones desagradables (p.ej.: tristeza) permiten esa función relevante relacionada con la preparación del organismo para ofrecer una respuesta intensa mediante la pérdida amplia de la homeostasis, la emoción agradable (p.ej.: alegría) permitiría la recuperación rápida de la homeostasis. Veámoslo con un ejemplo práctico: el hecho de que nos sintamos estresados nos prepara para la acción que probablemente tiene que ver con altas cotas de adaptación personal o social; como en el pasado era la lucha por la supervivencia.
3) El cambio en la jerarquía cognitiva y conductual.
Nuestras emociones son fruto de una acción deliberada que, de forma simplificada, podemos dividir en dos componentes principales: la parte cognitiva, y la parte conductual. Aquí, estarían incluidas incluiríamos la situación externa, el conocimiento previo adquirido, nuestro repertorio de conductas emocionales, o nuestra habilidad para anticipar, hacer planes y tomar decisiones sobre nuestra conducta futura. Estos factores, están intrínsecamente relacionados con nuestras capacidades cognitivas y con la participación de sistemas localizados en la corteza cerebral y, más concretamente, en áreas que conforman la corteza prefrontal.
4) La motivación.
Cuando la orexis (la tendencia de acción, el impulso, el deseo) tiene lugar, es cuando decimos que se genera la posibilidad de una conducta motivada, ya que se encuentran presentes las dos características esenciales que la definen: activación y dirección. Sin embargo, como bien sabes, una cosa es que exista la motivación por hacer algo, y otra que la conducta se produzca. En otras palabras: la intención NO lo es todo (como a veces nos hacen erróneamente creer), pero sí que es cierto, que explica parte de la ecuación. No es una ecuación exacta, por ejemplo, si queremos estudiar es probable que se produzca el hecho de estudiar, pero puede ocurrir que al final esto no ocurra (¿te suena…? 😉 ). En resumen: la conducta intencional tampoco es una variable necesaria ni suficiente para que ocurra el proceso emocional.
Hasta aquí, hemos visto cómo desde un punto de vista intrapersonal las emociones cumplen la función de interrumpir cualquier actividad en curso, ejerciendo una selección prioritaria de las actividades a realizar y de las metas a conseguir.
EN RESUMEN…
Negar nuestras propias emociones, nos aleja de una mejor comprensión y gestión de nosotros mismos. Date permiso para escucharte, comprenderte, y gestionar adecuadamente tus emociones. Te estarás haciendo un favor a ti mismo, y a los que te rodean 🙂
En el próximo artículo, hablaremos sobre la segunda dimensión propuesta por Levenson: la función de las emociones en la dimensión interpersonal.
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Nos vemos 😉
P.G. 🌺
REFERENCIAS
Buss, D.M., Haselton, M.G., Shackelford, T.K., Bleske, A.L. y Wakefield, J.C. (1998). Adaptations, expectations, and spandrels. American Psychologist, 53, 533-548.
Keltner, D. y Gross, J.J. (1999). Functional accounts of emotions. Cognitions and Emotion, 13 (5). 467-480.
Keltner, D. y Haidt, J. (1999). Social functions of emotions at four levels of analysis. Cognition and Emotions, 13(5), 505-521.
Levenson, R.W. (1999). The interpersonal functions of emotion. Cognition and Emotion, 13 (5), 481-504.
Mestre Navas, J.M., y Guil Bozal, R. (2012). La regulación de las emociones. Editorial Psicología Pirámide. Grupo Anaya, S.A.
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